La Feria en la Historia
En el tomo I de la Historia de Jerez de la Frontera, de Hipólito Sancho de Sopranis, en el que se estudia la evolución de la ciudad desde su incorporación a los dominios cristianos (años 1255-1492), queda señalada la importancia de las ferias de Jerez en los últimos años del cuatrocientos, así como la numerosa concurrencia a las mismas de traperos ingleses, lenceros bretones, mercaderes de Flandes que venían a comprar caldos y cambistas españoles y extranjeros de diversa procedencia.
Concretamente, dada la importancia de esta presencia, el Corregidor Robles y los mercaderes que vinieron a las ferias del año 1491, firmaron un concierto, aún inédito, regulando determinados aspectos de la misma.
Por su parte, Parada y Barreto en su obra “Hombres ilustres de Jerez”, cita las dos ferias que fueron otorgadas a Jerez por Alfonso X el Sabio, una en el mes de abril y la otra en septiembre, confirmadas ambas posteriormente por Sancho el Bravo en Privilegio otorgado en Sevilla, el 23 de agosto de 1282, junto con un mercado semanal que tendría lugar los lunes.
Un curioso documento fechado el 13 de septiembre de 1481, recogido en las actas capitulares, folio 219, especificaba claramente el lugar de celebración del festejo, concretamente en la llamada calle de la Feria, desde la Puerta del Real hasta calle Francos, incluyendo la Plaza de la Yerba, ordenándose a los vecinos de esta zona poner lumbres a sus puertas, para iluminar el recinto, desde el toque de campana del alguacil, bajo pena de doce maravedises. Se refería también el mencionado documento al Salvoconducto para los feriantes, indicando que durante el tiempo de la feria y tres días más no se les podía detener, ni embargar sus bienes por deudas que debieran al Rey y Reina ni a otra persona alguna, salvo que éstas se hubieran hecho en feria, siendo el señuelo para atraer la presencia de dichos feriantes al festejo la desgravación de impuestos de las mercancías que traían, llegando a significar en algunos casos hasta un diez por ciento.
Un papel esencial en las fiestas jerezanas lo desempeña, sin duda, el caballo, porque fue este noble animal el que hizo famosa a nuestra ciudad antes incluso de que el vino la convirtiese en una de las poblaciones más celebres del mundo. No es de extrañar pues que aquí enraizaran de forma especial los juegos de toros y cañas, herencia medieval de influencia árabe, que alcanzaron en el siglo XVI un notable desarrollo, celebrándose en la Plaza del Arenal, donde el puesto de arriba era ocupado por los Villavicencios, luciendo su divisa de gules y plata, y el de abajo por los Dávila, con su divisa en la que conjugaban el morado y oro.
En el siglo XVII, tuvo Jerez que defender ante el Concejo de Hacienda el Privilegio de Alfonso X el Sabio acerca de sus dos ferias, por reclamación formulada por parte de Sanlúcar de Barrameda, obteniendo finalmente la ratificación de las mismas, mediante el pago de doce mil ducados, confirmando por tanto Felipe III, mediante Cédula de 30 de septiembre de 1619, el mismo, como igualmente harían, en 1701, Felipe V y en 1772, Carlos III.
Además del lugar ya reseñado, entre la Puerta Real y calle Francos, la feria de Jerez se ha celebrado también en el arrabal de Santiago, extendiéndose desde extramuros del Convento Mercedario hasta el río Guadalete e incluso en los alrededores del Alcázar tendría lugar la llamada feria de mayo, que nada tenía que ver con la actual y que se dedicaba preferentemente a exposición y venta de lozas, manufacturas, mercerías, etc...
Muy posteriormente, en 1868 quedaría establecido el Mercado de Ganados en el denominado “Hato de la Carne”, pasando en el año 1872 a las Playas de San Telmo y cuatro años más tarde, en 1876, a la Cañada de Caulina, primera de las ferias que lució alumbrado eléctrico. A principios de 1902 y ocupando la Alcaldía de la ciudad Julio Gonzalez Hontoria, se estudia la posibilidad de un nuevo traslado de la feria de ganados, llevándola desde el último de los lugares mencionados a los terrenos aledaños al Paseo de Capuchinos.
Como previsión, el 18 de marzo de 1902 es propuesta la creación de un gran parque de recreo en la parte más bella de los alrededores de la ciudad, contigua al citado Paseo, donde el Ayuntamiento poseía unos terrenos llamados Campo de Instrucción. Definitivamente, el 18 de julio del mismo año fue aprobado el proyecto y el 14 de septiembre se inauguraba este nuevo emplazamiento que ha continuado hasta nuestros días.
El 29 de enero de 1903 fueron otorgadas las concesiones para que particulares y sociedades pudieran construir casetas permanentes en los terrenos de la feria y ese mismo año se lleva a cabo el primer trazado del parque, que estaba formado por dos ejes perpendiculares: la avenida de las Palmeras y la calle Real.
El recinto ferial sufrirá nueva modificación en el año 1953, añadiéndosele el Paseo Nuevo, paralelo al del Real, que marcaba así la división con la zona dedicada a la feria de ganado, y en 1970 se efectúa una transformación más, esta vez más profunda, abriéndose calles nuevas que dividen las manzanas situadas entre el Paseo Nuevo y el del Real y prolongándose el Paseo de las Palmeras hasta las vías del ferrocarril. Igualmente, en la parcela destinada al ganado, se alzaría un Mercado de carácter permanente, cuyo funcionamiento no respondió nunca a los proyectos iniciales.