Los Claustros de Santo Domingo
En 1264 las tropas de Alfonso X conquistan de manera definitiva Jerez a los musulmanes. En ese momento el monarca entrega a los dominicos una edificación militar de origen islámico ubicada frente a la puerta de Sevilla, para que fundasen allí su convento. El primer siglo de existencia del monasterio de Santo domingo hubo de ser muy duro, ya que los ataques por parte del Reino nazarí de Granada y sus aliados norteafricanos eran constantes.
La situación comenzó a cambiar a partir de 1340, cuando tiene lugar la batalla del salado en las inmediaciones de la actual Barbate. Cuatro años más tarde Alfonso XI conquista y arrasa Algeciras, con lo que los benimerines (pueblo del norte de África que periódicamente acudía en socorro de los granadinos) perdieron su principal puerto de desembarco. A partir de este momento los ataques a Jerez van a ir desapareciendo, hasta el punto de que la ciudad comenzó a expandirse fuera de sus murallas. El cese de las hostilidades produjo además un importante desarrollo económico, pues las grandes extensiones de tierra que rodean a la población comenzaron a ser cultivadas a pleno rendimiento, lo que generó cuantiosos excedentes. Los dominicos, que en la donación de Alfonso X habían recibido una buena porción de tierras, empezaron a generar beneficios económicos, lo que les permitió ir construyendo paulatinamente un importante complejo arquitectónico, buena parte del cual ha llegado hasta nosotros.
El convento de Santo Domingo permaneció como un conjunto unido hasta 1835, cuando las diferentes desamortizaciones de los gobiernos liberales del reinado de Isabel decretaron la exclaustración y la incautación de los bienes del convento. Aunque la iglesia continuó abierta al culto, los claustros fueron vendidos. En un principio los propietarios fueros los González, importante familia de bodegueros provenientes de la Montaña de Santander, quienes instalaron aquí el llamado Museo de Santo Domingo, una especie de baratillo en el que se vendían obras de arte, muebles y otros objetos de decoración. Luego el complejo pasó a ser propiedad de la familia Díez, quienes instalaron una bodega en el antiguo dormitorio y realizaron una serie de obras un tanto agresivas con el monumento. Los Díez vendieron Los Claustros al holding Rumasa, que fue expropiado en 1983, pasando el edificio a ser propiedad del Ayuntamiento, que lo utilizó como equipamiento cultural durante años. En 1999 el complejo fue cerrado para su restauración, reabriendo sus puertas en 2012.
Claustro Grande
Sabemos que en 1434 se encontraban en obras la iglesia y el claustro, pues ese año los dominicos piden una limosna al Ayuntamiento para continuar con los trabajos. No obstante, las dependencias citadas son muy diferentes entre sí, ya que la iglesia es de estilo gótico mudéjar (gótico con elementos del arte islámico) y el claustro de estilo gótico puro. Las similitudes con otras obras mejor datadas, como la jerezana parroquia de San Miguel o la iglesia de Santa María Coronada de Medina Sidonia, hacen pensar que este claustro fue construido entre 1460 y 1500. Eso sí, el piso alto data del siglo XVIII y las tracerías que cierran los vanos hacia el espacio central se hicieron entre 1515 y 1546 por maestros provenientes de entorno de Burgos, donde encontramos obras similares como el claustro del monasterio de San Salvador de Oña.
Oratorio de Diego de Ribadeneira
En 1570 Diego de Ribadeneira, mayordomo de la Cartuja de Santa María de la Defensión, funda un patronato y construye un pequeño oratorio en un rincón del claustro grande del monasterio de Santo Domingo. Las obras corrieron a cargo de Diego Martín de Oliva, quien construyó un pequeño recinto cubierto por una estrecha bóveda de cañón en la que se insertaron cuatro medallones con las figuras de los cuatro evangelistas, representándose en la embocadura del arco a la Santa Mujer verónica flanqueada por los instrumentos de la Pasión de Cristo. El oratorio contó con un retablo (hoy desparecido) que representaba la Santa cena y que fue realizado por el escultor de origen holandés Fernando Lamberto en 1591. La reja data de 1572 y fue fabricada por el rejero sevillano Blas de Pascua.
Portada Almohade
Junto con un trozo de muro almenado que se encuentra en el piso alto del claustro, este es el único resto visible del primitivo edificio de origen islámico que fue donado por Alfonso X a los dominicos tras la conquista de la ciudad en 1264. Se trata de un arco de herradura apuntado enmarcado con un alfiz que se puede datar a comienzos del siglo XIII. La presencia de este elemento hace pensar en cierto afán de monumentalidad por parte de los promotores. Esto ha hecho pensar a algunos investigadores que el edificio original no era un simple elemento defensivo, sino un ribat, una suerte de monasterio en el que los monjes asumían también tareas militares. La presencia de una gran qubba en el complejo primitivo (documentada por las vistas que Antón van der Wyngaerde realizó de la ciudad en 1567) parece apoyar esta teoría, ya que este tipo de elemento se utilizaban para dignificar el entierro de santones e incluso servían para marcar puntos de peregrinación.
Confesionario
Los últimos trabajos de restauración han descubierto los antiguos confesionarios del monasterio. Eran pequeñas habitaciones con un asiento de piedra en el que se sentaba el confesor. Hacia la parte de la iglesia había una estrecha abertura vertical (hoy cegada al colocarse retablos) por la que se realizaba la confesión a la persona que se encontraba en el templo. De este modo se evitaba cualquier tipo de contacto físico entre el confesor y el confesante.
Puerta de Gracias y Sala Capitular
La portada situada a la izquierda, que se puede fechar a mediados del siglo XVI, daba acceso directo a la iglesia y por ella accedían al claustro los monjes después de las celebraciones litúrgicas. En ella encontramos restos de pinturas del siglo XVIII en las que se representan los instrumentos de la Pasión de Cristo. La portada ubicada a la izquierda daba acceso directo a la sala capitular, dependencia en la que los monjes realizaban las reuniones en las que trataban los asuntos concernientes al convento. En la actualidad esta sala forma parte de las dependencias del actual convento de Santo Domingo. La portada (al igual que la sala) fue diseñada en 1628 por el maestro Antón Martín Calafate.
Refectorio
El monasterio de Santo Domingo llegó a tener más de trescientos frailes conviviendo a la vez entre sus muros, de ahí que las dependencias comunes fuesen de grandes dimensiones. El refectorio era el antiguo comedor, de ahí que encontremos a cierta altura en uno de los muros un vano que en su día estuvo cubierto por un púlpito, pues los monjes comían en silencio mientras que se leían escrituras sagradas. La estancia fue construida por Bartolomé Sánchez a partir de 1567 y está cubierta por una gran bóveda de cañón en la que encontramos representados en grandes medallones a Santo Domingo de Guzmán, San Pablo, San Andrés y Santa Catalina de Siena.
Dormitorio Bajo
Realizado a partir de 1529 (y con el patrocinio de la emperatriz Isabel de Portugal) por el maestro Diego Jiménez de Alcalá. Se trata de una gran estancia cubierta por anchas bóvedas de crucería simple cuyos nervios apean en ménsulas. Se trata de un dormitorio común, de ahí que no hubiese ningún tipo de compartimentación. Las camas se distribuían a lo largo de todo el espacio para dar cabida a la numerosa población del convento. Tras la última restauración, la estancia ha vuelto a recuperar su longitud original, ya que durante el periodo en que los Díez fueron propietarios del inmueble levantaron en el extremo occidental una estructura de tres pisos que destruyó tres tramos de bóveda original, que han sido reconstruidos en los últimos trabajos.
Dormitorio Alto
Los conventos (y las casas más grandes) de la Baja Andalucía, contaban con dos dormitorios, uno para el invierno y otro para el verano. En esta estancia se puede notar un aumento de la temperatura con respecto al dormitorio bajo, de ahí que en tiempos se utilizase sólo en los meses de más frío. Esta dependencia ha sido reconstruida prácticamente en su totalidad, ya que cuando se iniciaron los últimos trabajos se encontraba arruinada. Es probable que en otro tiempo el sistema de cerchas de madera que hoy podemos ver se encontrase recubierto por una bóveda de escayola de la que no ha llegado ningún resto hasta nosotros, de ahí que se haya decidido dejar la estructura vista.
Claustro Alto
Construido en 1729 por él se accedía al estudio del convento, que llegó a contar con una importante biblioteca parte de la cual se conserva en el actual monasterio. En este rincón podemos apreciar una de las bóvedas descubiertas para que se vea un trozo del muro almenado de la primitiva edificación de origen islámico que Alfonso X donó a los dominicos tras la conquista cristiana de la ciudad en 1264. Sobre el rampante de la bóveda se han dispuesto numerosos cacharros de cerámica en referencia al modo de aligerar el peso de las cubiertas. Al ser el exterior de la bóveda inclinado, si querían levantar encima un segundo piso o una azotea habían de enrazar toda la superficie. Por eso compraban a los alfareros los cacharros de cerámica defectuosos, los cuales se colocaban sobre la bóveda boca abajo y trabados con argamasa. De este modo el exterior de la bóveda crecía en altura sin aumentar demasiado su peso.