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ENTRE BOBOS ANDA EL JUEGO Rojas Zorrilla

Teatro

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Noviembre Compañía de Teatro estrenó en otoño del 2018 un espectáculo en coproducción con la Compañía Nacional de Teatro Clásico con el que continúa explorando sus raíces originales, y lo hace escenificando otra de las grandes obras del repertorio del Siglo de Oro español: Entre bobos anda el juego de Rojas Zorrilla. Entretanto la actividad de la compañía continúa con la gira del espectáculo El Caballero de Olmedo de Lope de Vega.

De esta manera continuamos consolidando nuestra actividad desde 1995, interrumpida solo durante los siete años en los que nuestro director, Eduardo Vasco, ocupó el cargo de director de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, desde el año 2004 hasta septiembre de 2011.

Y es que cada vez que, como compañía, decidimos impulsar la realización de un proyecto ocurre algo similar: repasamos lo hecho hasta el momento, miramos alrededor, tomamos el pulso a nuestra vitalidad y decidimos. De esta forma, nos gusta trabajar en dos vías bien diferenciadas: una que parte del repertorio clásico universal y otra en torno a la dramaturgia contemporánea.

La ruta de Don Quijote, que abrió la temporada del teatro de la Abadía la temporada 2017-2018, ha sido el último espectáculo con el que continuamos nuestra línea de representar textos contemporáneos. La compañía ha apostado desde sus inicios por los autores más interesantes del panorama nacional: Yolanda Pallín, de la que estrenamos Hiel, Tierra de nadie, Lista negra, y Los motivos de Anselmo Fuentes; Borja Ortiz de Gondra, con Dedos; y el estreno de Algún amor que no mate, de Dulce Chacón, que fue la continuación lógica del trabajo alrededor de nuestra dramaturgia nacional más inmediata. Hedda Gabler, de Ibsen; Camino de Wolokolamsk, de Heiner Müller; y Final de Partida, de Samuel Beckett han sido las apuestas por el repertorio contemporáneo internacional.

En relación al repertorio clásico continuamos la gira de El caballero de Olmedo tras su exhibición en el teatro de la Comedia, sede de la CNTC, en el mes de marzo de 2018. Hemos llevado a escena en nuestras últimas temporadas cinco títulos de William Shakespeare: Hamlet, Noche de Reyes, Otelo, El mercader de Venecia y Ricardo III, y ahora volvemos a estar dedicados de nuevo a los clásicos del Siglo de Oro, tan presentes en lo que denominamos nuestra "primera etapa clásica", en la que escenificamos títulos de Lope de Vega como No son todos ruiseñores, La fuerzalastimosa y La bella Aurora.

Toda esta experiencia constituye una de las líneas de trabajo más estables del teatro español actual tanto por la solidez del tándem compuesto por Yolanda Pallín y Eduardo Vasco como cabezas creativas de la compañía como al trabajo del equipo de actores y colaboradores que conforman cada proyecto. Sin olvidarnos nunca de la labor que realizó en la producción Miguel Ángel Alcántara hasta el año 2019.

Francisco de Rojas Zorrilla

Nacido en Toledo, en 1607, siendo niño se traslada con su familia a Madrid, y aunque sabemos poco de su etapa de formación, suponemos —por el amplio conocimiento del ambiente estudiantil que refleja en obras como Obligados y ofendidos— que pudo estudiar en Salamanca, aunque no exista ningún dato en los documentos de la época que lo verifique. Se sabe también que hasta 1636 usaba ropa de estudiante, lo que aumenta la posibilidad de que estuviera cursando estudios en alguna universidad.

Por los datos de las carteleras de la época podemos situar su momento de mayor actividad como dramaturgo entre 1635 y 1640, y es al final de ese periodo cuando publica las dos partes de sus comedias que aparecen en 1640 y 1645, respectivamente, con doce obras por volumen. El que debía ser el tercero no vio nunca la luz tras la repentina muerte del poeta en 1648.

Rojas Zorrilla está considerado por los especialistas como uno de los autores más interesantes del Siglo de Oro español, y es en su teatro cómico donde el autor consigue sus mayores logros dramatúrgicos, llevando a la cima la comedia de figurón, donde se caricaturiza de manera eficaz al personaje del hidalgo, siempre lleno de virtudes en la escena, y en la ocasión que nos ocupa aparece pintado como un individuo torpe y vanidoso.

En palabras de Ruiz Ramón:

Su sentido para lo grotesco, sus dotes de preciso observador de los aspectos cómicos de la realidad, su habilidad para tramar enredos, su capacidad de síntesis en la plasmación de situaciones, la riqueza de sus análisis psicológicos, el dominio de la mecánica teatral, y su palabra dramática rica de equívocos y de agilidad…

En lo trágico, Rojas gusta de las escenas truculentas y de la violencia aspirando a infundir horror en el público, y tratando de apartarse de las pautas habituales en su época. Es en este campo donde su obra ha sido más discutida, aunque siempre ha sido apreciada por su originalidad.

Aficionado a la sátira, sus dardos escritos y verbales eran temidos, y hasta se ha especulado con que su muerte fue a manos de unos caballeros ofendidos por unas letras escritas de su mano. En 1640, poco antes de morir, casó con la comedianta María de Escobedo, apodada “La Bezona”, lo cual no es de extrañar porque vivió siempre cerca del ejercicio cómico, que supuso su sustento. En 1646 Felipe IV premia sus servicios concediéndole el hábito de Santiago tras una larga tramitación burocrática, ya que se puso en duda su limpieza de sangre y fue acusado de procedencia ilícita.

De sus obras podemos destacar comedias como Donde hay agravios no hay celos, Obligados y ofendidos, Lo que son mujeres, Abre el ojo o Primero es la honra que el gusto; dramas de honor como Del rey abajo ninguno, El Caín de Cataluña, Los áspides de Cleopatra o Morir pensando matar; comedias mitológicas como Progne y Filomena o Los encantos de Medea; Autos sacramentales como Galán, valiente y discreto o El gran patio de palacio; y Comedias de santos como Santa Isabel, reina de Portugal.

 

La obra

Entre bobos anda el juego o Don Lucas del Cigarral está considerada como el modelo de comedia de figurón, que es un subgénero de la comedia de capa y espada que se desarrolla a partir de un personaje cargado de faltas (avaricia, orgullo, pedantería, etc.) al que se caricaturiza y se rodea de una peripecia que se va enredando hasta lograr la burla final.

La primera representación de esta obra de la que se tiene constancia fue en 1645 durante las fiestas de carnaval, y tuvo lugar frente al Alcázar de Madrid, con un espectador de excepción: el rey Felipe IV. Posteriormente conocemos funciones a lo largo de los siglos, y podemos decir que es una de las pocas obras del repertorio áureo español que no se han alejado de la escena desde su composición.

A su constancia sobre las tablas ayuda mucho el papel de don Lucas del Cigarral, todo un carácter más que adecuado para el lucimiento de un actor característico o galán con posibilidades cómicas como solían ser los primeros actores y dueños de muchas compañías.

 

Resumen del argumento

Don Lucas del Cigarral es un caballero adinerado, ridículo y desmedido que pretende casarse con doña Isabel de Peralta, que sin embargo ha quedado prendada de don Pedro, primo de don Lucas, y tan apuesto como pobre. Ambos quedaron prendados en un encuentro fortuito que tuvieron antes de conocerse y se reencuentran porque el propio don Pedro es el encargado de realizar los primeros contactos con la dama antes de la boda y esto da pie a que los enamorados cultiven su amor de manera intensa. Mientras intentan burlar a don Lucas, aparecen dos estorbos imprevistos: otro galán, don Luis, que también pretende a Isabel y una dama, doña Alfonsa, hermana de don Lucas, que anda detrás de don Pedro…

El enredo está servido y a cargo de Cabellera, Carranza y Andrea, los criados que engrasarán el mecanismo de esta obra, que transcurre prácticamente en un camino, con parada, fonda, nocturnidad y alevosía; el mejor caldo de cultivo ideal para la comedia de enredo.

 

La versión

La frivolidad que nos salva Como dice Eric Bentley en La vida del drama “si la comedia llega a perder su tono frívolo, se convierte en teatro social serio”. En el caso de la comedia de figurón es más que evidente su intención satírica; y toda sátira encierra, en menor o mayor medida, la denuncia de comportamientos perniciosos, además de un interés crítico con frecuencia ajeno a la comedia romántica. Como en el barroco todo es mezcla, no hay comedia de capa y espada en nuestro repertorio que no tenga rasgos farsescos; y, salvo los entremeses y en las comedias burlescas, no hay otro subgénero que se encuentre más cercano a la farsa que la comedia de figurón. Pero donde la farsa es hostilidad y desmedimiento, la comedia defiende la convicción de algunas verdades de orden social y emocional.

Entre bobos anda el juego plantea, como tantas obras de nuestro teatro del siglo de oro, una suerte de cuadratura del círculo que es preciso mimar para no caer en el subrayado impertinente. Su argumento, que bien podría serlo de una obra seria, es expresado mediante la técnica y tono de una comedia de enredos que se inclina hacia la farsa. En lo argumental, una joven es obligada por su padre a casarse con un ser despreciable que la trata como una mercancía. Además, es acosada por otro hombre; y ama a un tercero, algo pusilánime, que es capaz de librarla de las cornadas de un toro pero no de las exigencias del vil metal. Con todo ello Rojas Zorrilla construye una situación dinámica, bastante comprimida en el tiempo; una road movie, en muchos aspectos, basada en las mentiras que los personajes se cuentan entre sí. El espectador lo sabe siempre todo, pero para que no dude del tono, ni del propósito, la presentación del nocivo Don Lucas del Cigarral, se pone en boca del gracioso Cabellera, el servidor de dos amos imprescindible en una comedia en la que el poder económico es tan importante.

Si algo caracteriza el trabajo de esta compañía es nuestra resistencia al subrayado impertinente; por ello esta versión persigue, ante todo, la naturalidad y la fluidez. Podríamos decir que todos los hombres de esta comedia son figuras, bastante ridículas; podríamos decir, también, que las mujeres de esta comedia son los personajes más nobles; pero no lo diremos, porque las cosas no siempre son lo que parecen y solo el escenario puede jugar cumplidamente con ciertas ambigüedades.

Es fácil ponerse en los zapatos de doña Isabel; no tanto en los de Don Pedro; nadie querría ser don Lucas y nadie cree serlo. La risa también nos previene de nuestro propio ridículo, porque “entre bobos anda el juego”, que dijo aquel que pretendía ser muy listo.

A caballo entre la farsa, la comedia y el drama social, no compadecemos a este don Lucas manipulador, mirón, dramaturgo frustrado, víctima y verdugo del deseo mimético, que se complace en ver cómo Don Pedro representa un papel que él ansía y no podrá comprar. No perdonaremos a Don Lucas por su avaricia, su engreimiento, su cinio… nuestra risa no le absuelve sino que nos libra, a nosotros, de quemarlo en una pira que nos convierta en seres irracionales.

Yolanda Pallín

 

El montaje

Rojas Zorrilla es uno de esos autores que siempre he leído con verdadera pasión. Creo que sus obras son un paso más respecto a la dramaturgia que en el Siglo de Oro deja consolidada Lope, y van algo más allá de lo que desarrolla Calderón hasta los años 40. Me atrevería a decir que sus obras son la última expresión de la Comedia nueva antes de que se eche a perder del todo víctima de las influencias francesas que anegarán nuestro teatro durante los siguientes dos siglos.

Aunque habitualmente sus comedias se escenifiquen con maneras un tanto excesivas, cercanas a la farsa, no faltan en sus obras —pegados a los personajes estrambóticos y desmedidos— momentos delicados, llenos de lírica. Es decir, que sus personajes son de carne y hueso, y aman y sufren penalidades de todo tipo tratando de nadar contra la corriente enloquecida que impone la sociedad en la que transcurre la comedia. Este es el complicado equilibrio que se plantea en esta pieza para un director: combinar el mecanismo, lleno de ritmo y contraste, del enredo y dejar respirar a los personajes para que sus motivos sean sinceros.

Pero ahí está el figurón. La figura de don Lucas responde, seguramente, a un tipo que no estaba tan lejos de algunos personajes que habitaban las calles de las ciudades españolas del XVII. Es posible que, leído o representado, el caballero nos parezca un personaje irreal, pero parte de personas y personajes existentes en su tiempo que el autor observaba a su alrededor.

Y no es tan descabellado, y menos si tenemos en cuenta nuestro entorno televisivo actual, que su figura y sus ademanes nos remitan a gentes concretas. La burla es, en cierto modo, catártica, ya que escapar de la injusticia —que en este caso impide el amor verdadero— que imponen este tipo de individuos avalados por su poderío económico ha sido una constante en la historia de la humanidad.

El montaje que les ofrecemos pretende narrar la historia de dos amantes que logran encontrarse pese a la sinrazón que les rodea, tratando de ganar su batalla mediante el amor, motor imprescindible en nuestra tradición de teatro áureo, y el ingenio, que a menudo mueve los ejes de lo cómico.

Nuestras maneras teatrales como compañía son conocidas: el actor y la palabra en primer plano, la música en directo, el trabajo de elenco y una manera de entender el teatro sin artificios ni inventos epatantes.

Creemos que ofrecer los clásicos al espectador es una responsabilidad, pero también una cuestión de disfrute artístico. La consideración de los dramaturgos del Siglo de Oro, en este caso Rojas Zorrilla, como autores para eruditos nos parece un despropósito cultural. No hay que olvidar que nuestros autores áureos escriben teatro para contar historias a la gente sencilla, entretenerla, enriquecer su espíritu y, en ocasiones, producir una reflexión. Creemos que el teatro debe ser, sin perder sus calidades ni sus virtudes, accesible; y para ello trabajamos.

Eduardo Vasco

 

La crítica ha dicho:

Gozo del buen teatro, diversión, juerga, palabras. Para Bertold Brecht la primera y suprema sentencia es divertir. En este sentido, Eduardo Vasco y su elenco son radicalmente brechtianos… Javier Villán. Metrópoli (El mundo) 21/02/2019

Hay dos tipos de directores: los que plantean un mundo nuevo en cada montaje y los que se van labrando un estilo propio. Eduardo Vasco es de los segundos.(…) Cuidado de los detalles, sin perderse en ellos; manda el texto, manda el intérprete. (…) El tiempo pasa volando. P.J.L. Domínguez. Guía del Ocio 22/02/2019

La versión de Yolanda Pallín la ha liberado del polvo que pudiera tener , y con ella ha compuesto Eduardo Vasco un espectáculo lleno de frescura, coñón, desenfadado y afortunadamente desacomplejado, que provoca con ingenio las risas constantes del público. Julio Bravo. ABC 22/02/2019

Está planteada con ese característico estilo de Vasco en el que prima, sobre todo lo demás, la agilidad y el gracejo en el desarrollo de la trama, sobre la que evita cualquier estorbo escenográfico y el trabajo de los actores, enfrentados al verso y a una comicidad que el director sabe bien que ha de emanar más del propio texto que de la interpretación. Raúl Losanez. La Razón 22/02/2019

Así que resulta que Eduardo Vasco ha empleado toda su sabiduría teatral (que es mucha) en organizar una formidable fiesta, que no otra cosa es su versión del inmortal clásico del siglo XVII de Rojas Zorrilla, a la que invita al público como un espectador privilegiado con la única obligación de disfrutar. ¡Y vaya si lo hace! Luis de Luis. Periodistas en español.es 14/02/2019

Yolanda Pallín y Eduardo Vasco, una de las parejas profesionales más competentes hablando de clásicos. Una gran producción para servir hilaridad de alta calidad. Cuando la diversión no está reñida con la excelencia.(…) una maravillosa dicción del verso castellano convertida en lúcidos diálogos y destellantes juegos de palabras, aderezada con músicas oportunas que pegan a las mil maravillas. José Catalán Deus. El periodista digital. 14/02/2019

 

Equipo artístico

Personajes y actores

Cabellera Arturo Querejeta

Don Lucas José Ramón Iglesias

Doña Isabel Isabel Rodes

Don Luis Francisco Rojas

Don Pedro Rafael Ortiz

Don Antonio José Vicente Ramos

Andrea Elena Rayos

Doña Alfonsa Antonio de Cos

Carranza Manuel Pico

 

Ayudante de dirección Daniel Santos

Asesor de movimiento José Luis Massó

Música, canciones y ruidos Eduardo Vasco

Iluminación Miguel Ángel Camacho

Vestuario Lorenzo Caprile

Escenografía y atrezo Carolina González

Producción Miguel Ángel Alcántara

Versión Yolanda Pallín

Dirección Eduardo Vasco

Distribución www.emiliayague.com

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